martes, 25 de agosto de 2009

Arthur Rimbaud

Fuente:http://www.luiscordero.com

Mañana

¿No tuve yo alguna vez una juventud amable, heroica, fabulosa, como para escribirla
en hojas de oro? ¡Demasiada suerte! ¿Por qué crimen, por qué error he merecido mi actual
flaqueza? Vosotros, que pretendéis que las bestias exhalen sollozos de pesar, que los
enfermos desesperen, que los muertos tengan pesadillas, tratad de relatar mi sueño y mi
caída. Por mi parte, no puedo explicarme mejor de lo que lo hace el mendigo con sus
continuos Pater y Aventaría. ¡Ya no sé hablar!
No obstante, hoy, creo haber terminado la narración de mi infierno. Era de veras el
infierno; el antiguo, aquel cuyas puertas abrió el Hijo del Hombre. Desde el mismo desierto,
en la misma noche, mis ojos cansados se abren siempre a la estrella de plata, siempre, sin que
se conmuevan los Reyes de la vida, los tres magos, el corazón, el alma, el espíritu. ¿ Cuándo
iremos, más allá de las playas y de los montes, a saludar el nacimiento del nuevo trabajo, de
la nueva sabiduría, la huída de los tiranos y de los demonios, el fin de la superstición; a
adorar -¡los primeros!- la Navidad sobre la tierra?
¡El canto de los cielos, la marcha de los pueblos! Esclavos, no maldigamos la vida.

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